jueves, 1 de agosto de 2013

¿El futuro digital era esto?

 
Ando leyendo, con solo siete años de retraso, El sonido de los Beatles (2006), las memorias del ingeniero de sonido de los Beatles, Geoff Emerick. Mejor dicho: de uno de ellos. Hasta la llegada de Emerick a la mesa de mezclas el ingeniero de sonido habitual de los Beatles había sido Norman Smith. Para abreviar, Smith fue el ingeniero de sonido de los primeros Beatles, los de Please Please Me y All My Loving, mientras Emerick lo fue de los Beatles barrocos, psicodélicos y de vocación vanguardista de la segunda etapa del grupo. Es decir desde el disco Revolver (1966) en adelante.
Cuando se habla de los mejores libros jamás escritos sobre los Beatles se suelen mencionar tres títulos. The Beatles (1968), de Hunter DaviesRevolution in the Head: The Beatles’ Records and the Sixties (1994), de Ian MacDonald. Y The Beatles: The Biography, de Bob Spitz (2005).
El primero es la biografía oficial y autorizada del grupo. Davies tuvo acceso de primera mano a los cuatro miembros de la banda pero los aspectos más escabrosos de su historia quedaron fuera del libro. El segundo es un análisis canción a canción de toda la discografía de los Beatles, de su influencia y su relación con la cultura de la década de los años 60. Es, para entendernos, una biografía del grupo a través de sus canciones. El tercero es el reverso oscuro de la versión oficial de Hunter Davies. Es decir la biografía tullida y subterránea del grupo. La preferida por aquellos que huyen de la visión edulcorada (y falsa cual duro sevillano) de los Beatles.
Pero mi recomendación es sin ninguna duda el libro de Emerick, la opción de culto para aquellos más interesados en los Beatles como innovadores musicales que como fenómeno masivo de consumo popular. Para aquellos más interesados en la segunda etapa del grupo que en la primera, en definitiva. Lo cual no quiere decir que el libro de Emerick sea un catálogo de soporíferos trucos de estudio destinado a nerds capaces de distinguir una reverberación de un eco. El que quiera anécdotas deliciosas sobre las rarezas de Yoko Ono y los magníficos brotes de violencia sorda que esta loca del coño provocaba entre los miembros del grupo las tendrá a raudales. Porque Emerick es un fino observador de esos detalles, silencios y pausas que suelen pasar inadvertidos pero que acaban diciendo bastante más que lo que se vocifera a grito pelado.
El tema es que el libro de Emerick incluye un prólogo de Elvis Costello. Y en él, Costello dice lo siguiente: “Muchos de los sonidos de los estudios de grabación actuales salen de cajitas que no hacen más que imitar las innovaciones sonoras del pasado. La variedad de posibilidades es enorme, pero en manos poco imaginativas, las sorpresas son cada vez más improbables”. Costello ha sido siempre un tipo cáustico, y solo hay que echarle una lectura a alguna de sus letras para conocer de primera mano lo que es un festival de hostias, pero con esa sencilla frase el marido de Diana Krall (otra que tal baila) lanza un misil a la línea de flotación de la música pop de las dos últimas décadas.
Otro detalle que llama la atención del libro de Emerick es que todo el que aparece en él cobra o pretende cobrar por su trabajo. Cosas de la prehistoria.
Supongo que no soy el primero en decirlo. El cadáver de la música pop, o al menos de la música pop tal y como se entendía en los años 60, 70 y 80, empieza a oler a mancuernas fritas. Un estudio de Wilkofksy Gruen Associates de hace un par de años afirma que entre 2000 y 2005 el número de horas que el consumidor medio pasó escuchando música disminuyó un 37%. Al mismo tiempo, las horas dedicadas a los videojuegos y a Internet se incrementaron en un 30 y un 20% respectivamente. No hay razón para pensar que esa tendencia se haya revertido durante los últimos años.
Otra pista. Los cabezas de cartel del festival Primavera Sound de este año. Phoenix, The Postal Service, Blur, The Jesus and Mary Chain, Nick Cave & The Bad Seeds y My Bloody Valentine. Todos ellos, con la excepción de los dos primeros, grupos que empezaron su carrera en los años 80 o 90. Además, ¿para qué andarnos con rodeos? Phoenix y The Postal Service, como el 80% del resto del cartel del Primavera Sound, son bandas radicalmente banales e intrascendentes de las que muy difícilmente se acordará nadie en un puñado de años. Aquí no estamos hablando de la Velvet Underground, de Television o de John Zorn, en definitiva.
Y un dato más: este gráfico. El tan cacareado renacimiento del vinilo es ese pedazo microscópico de guano en forma de franja infinitesimal que puede verse al pie de la gráfica, en su esquina inferior derecha. Sobre esa minúscula y casi invisible raya de color naranja oscuro se han escrito decenas de artículos. ¡El renacimiento de la industria musical vía vinilo! Muchos vinilos se han de vender para compensar el desmoronamiento de las ventas de CDs y MP3s.
Más: es probable que conozcan ese mantra que habla de “los nuevos formatos musicales”. Los nuevos formatos musicales son los politonos. En 2007 los politonos fueron el clavo ardiendo al que se agarró la industria musical. “Por ahí, por ahí debe de andar el futuro” decían los pobres desgraciados que aún no habían sido despedidos por la discográfica en la que llevaban trabajando décadas. Y es cierto que en 2007 el auge de la tribu urbana de los politoneros parecía prometedor: las ventas de esos minúsculos pedazos de roña digital superaron en 2007 las de los álbumes y los singles digitales. Hoy en día sus ventas son anecdóticas y solo levemente superiores a las de los vinilos, lo que ya da una idea del percal.
Por supuesto, el debate sobre si esa evidente decadencia en números corre paralela a la decadencia en calidad está abierto. Pero cualquiera que tenga dos orejas a derecha e izquierda de la cabeza podrá confirmar que la segunda es incluso aún más flagrante que la primera. La industria musical no ha producido un solo MB de originalidad en los últimos 20 años. Por supuesto que han surgido bandas audibles. Pocas en el mainstream, alguna más en los márgenes de lo audible. Y seguirán surgiendo mientras las hormonas juveniles continúen produciendo adolescentes priápicos. Pero el público se ha convencido ya a sí mismo de que el talento puede florecer sin necesidad de billetes de dólar con el que regarlo. Y esa creencia defectuosa y puramente metafísica, es decir religiosa, no ha sido capaz de producir hasta el momento más que ingentes cosechas de bazofia. Costello anda en lo cierto. Revival, repetición, plagio y tontería. Eso es la música popular de hoy en día.
Las señales, en definitiva, están ahí para el que quiera verlas. Por supuesto, los gurús del viva la virgen digital continuarán insistiendo en la vieja definición de la palabra crisis: ese periodo de tiempo en el que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. La realidad es que la industria discográfica ha sido arrasada no ya por internet, sino por la filosofía del gratis total. Aún corre por ahí algún memo suelto que sigue creyendo que de la bosta del gratis total surgirá un día de estos un ramillete de gurús binarios que darán con la fórmula del perpetuum mobile digital: ese que continuará eternamente en movimiento sin más combustible que la buena fe del nuevo hombre gilipollas enganchado a su laptop. De momento, estos visionarios ya han conseguido que escuchar música hoy en día sea un puto suplicio. Será divertido ver a qué cotas de decadencia puede llegar un tipo con una caja de ritmos en formato APP.
Mientras tanto, seguimos esperando a que el puñetero niño del futuro digital acabe de nacer. Claro que si tarda un poco más en hacerlo cabe la posibilidad de que este pedazo de engendro de Satanás nazca ya muerto.

Cristian Campos

Fuente: http://www.zoomnews.es


No hay comentarios:

Publicar un comentario