Los Beatles siguen
sonando fuerte. Dejaron de existir como grupo hace cuatro décadas, pero siguen
siendo nuestros contemporáneos. El Cirque du Soleil representa sus canciones
desde hace cinco años en Las Vegas. The Beatles:Rock Band es uno de los
videojuegos más exitosos de la década. A punto de cumplir 71 años, Ringo todavía
ofrece shows por el mundo y Paul sigue sumando logros: en mayo, protagonizó la
primera transmisión on line en alta definición de uno de sus conciertos, en vivo
desde Río de Janeiro. Nada mal para alguien que acaba de cumplir 69. Cuarenta y
un años después de su separación, la historia de los Beatles se las sigue
arreglando para formar parte del presente. Un presente que atraviesa
generaciones y fronteras y que, contra todo olvido, ha construido incluso su
propio mapa literario. A favor y en contra, con vitalismo o nostalgia, también
en la literatura las resonancias de "los cuatro de Liverpool" siguen
vigentes.
"Sé que a usted, en general, no le interesa la música. Pero los Beatles son grandes músicos", le dijo Sabato a Borges el 21 de diciembre de 1974, durante una de las conversaciones recopiladas en Diálogos. Jorge Luis Borges y Ernesto Sabato. "Creo que sí. Mi sobrino me dijo una vez: vas a oír un disco. Lo oí y quedé muy enternecido. Eran los Beatles", cuenta Borges, para sorpresa de su interlocutor y de quienes jamás hubieran sospechado que el gusto borgeano por la cultura anglosajona tenía un rincón para el rock'n roll. Por supuesto que "enternecido", en boca de Borges, puede sonar ambiguo y, a veces, casi acusatorio. En definitiva, se trata del mismo oído que registraba en Gardel un "sentimentalismo barato". Alejado de los detallados juicios estéticos y más preocupado por la dimensión filosófica, por la misma época Woody Allen, en Nueva York, hacía de Lennon, McCartney, Harrison y Starr uno de los grandes hitos existenciales del hombre moderno. ¿Qué era el "hombre moderno" sino "toda persona nacida después del edicto de Nietzsche ?Dios ha muerto' y antes del éxito pop ?I Wanna Hold Your Hand'"? escribe en Perfiles(1975).
Es probable que un título como "Quiero tomarte de la mano" no sonara exactamente como la garantía más sólida para la fundación de un nuevo imaginario, pero ¿quién podría decir que ese hito del pop no tiene hoy un verdadero carácter historiográfico? "El pelo largo de The Beatles, que hoy nos parece una banalidad, en realidad no lo fue. Más bien todo lo contrario: yo creo que fue un hecho decisivo para el rock, porque creó un sentimiento de identidad totalmente distinto del capitalismo", parece contestarle a Woody Allen el español Enrique Vila-Matas desde su novela París no se acaba nunca (2003).
Aun así, no son pocos quienes han intentado una y otra vez recriminarles a los Beatles el supuesto estigma de la banalidad. En su última novela, Solar (2010), el inglés Ian McEwan, por ejemplo, hace caminar a su patético e insensible científico Michael Beard a través de un desierto en el que una banda militar improvisa algunos temas de los Beatles. En ese momento, Tarpin, un viejo enemigo mortal, surge de la nada:
La banda continuaba su popurrí rechinante. Los acordes finales de "Yesterday' se diluyeron en una versión alegre, con un estricto tempo de marcha, de "All You Need Is Love".
Entonces Beard, frente a lo que parece ser el fin, piensa: "Era difícil creer que en otro tiempo millones de personas chillaran y se tiraran del pelo al oír cancioncitas tan sosas".
Rastrear el largo diálogo que los Beatlessostienen con algunos escritores también es explorar hasta qué punto el eco de una experiencia sensible de una generación puede transformarse en simple melancolía. "All You Need Is Love" sonando en las misas más progresistas del Londres de los años 60 es una imagen con la que el inglés David Lodge supo sintetizar su propia época en la novela ¿Qué tan lejos podemos ir? (1980). Sin embargo, Lodge también parece convencido de que la música de los Beatles está dotada de la extraña capacidad de provocar sensaciones más allá de las convenciones habituales de la percepción. "¡Oh! ¡Los Beatles!", se alegra Becky, la hija de siete años con síndrome de Down de una joven pareja aún perturbada por su destino, cuando algunas páginas más adelante escucha en la radio las primeras estrofas de "Eleanor Rigby".
Casi 30 años después, en La vida en sordina (2008), Lodge vuelve a "Eleanor Rigby". Esta vez, bajo la voz de un músico de jazz anciano, un hombre cuyo gusto musical se ha oxidado igual que todo su cuerpo y que ya no puede escuchar nada. Excepto a los Beatles. "Eran músicos auténticos. Canciones y melodías que se entienden, con rimas de verdad", escribe Lodge, como quien afirma que lo mundano, a veces, no dista mucho de lo sagrado.
Martin Amis también hizo del conjunto de Liverpool una de las coordenadas temporales para otro de los más grandes acontecimientos culturales de su generación: la revolución sexual que se inició en Inglaterra "entre la supresión de la censura a El amante de Lady Chatterley y la aparición del primer LP de los Beatles", escribe en La viuda embarazada (2010). Sin embargo, en el caso de Amis, el cruce entre literatura y música es parte de una historia más larga.
Una vieja leyenda urbana asegura que la canción "Paperback Writer", grabada en abril de 1966, que trata el tema de las desesperadas aspiraciones de un escritor principiante, está basada en una entrevista al joven MartinAmis que McCartney leyó en el diario Daily Mail, cuando aquél era apenas reconocido como el hijo de sir Kingsley Amis. "Posiblemente fuera él", aseguró el propio Paul en una entrevista en 2007.
Un poco más joven que sus compatriotas, Hanif Kureishi es otro escritor que hizo en varias de sus páginas una aguda reflexión no sólo sobre las fuerzas que orbitan alrededor de la mítica banda, sino también acerca de John Lennon. "Tuvo que deshacer a los Beatles para poder seguir con una vida interesante", reflexiona en los ensayos de Soñar y contar (2002).
Para Kureishi, la figura del beatle rebelde ante un destino de conformismo ya se había transformado en una metáfora de la decadencia del amor en Intimidad (1998), la historia de una pareja cuya existencia se deshace igual que sus recuerdos de juventud. Rota y abandonada en la escalera, una vieja fotografía firmada por John Lennon se vuelve entre ellos el signo más desconcertante de un fracaso.
De los otros dos beatles, bastará decir que el gran Thomas Pynchon, en su novela Vicio propio(2009), transformó a George Harrison en "un exaltado que, afirmando ser el George Harrison de los Beatles, intentó secuestrar el Dirigible de Goodyear". Una fantasía que, aun ubicada en el lisérgico universohippie de la California de los años 70, con toda seguridad podría formar parte de cualquier gag de los humoristas británicos Monty Python, a quienes Harrison produjo entre 1978 y 1994.
Y por último, pero no menos importante: fue el argentino Leopoldo Marechal el primero en hacer de Ringo Starr el más insólito modelo para un enorme poeta electrónico: el que se abocan a construir los ingenieros futuristas de Megápolis, en su libro de relatos El beatle final y otras páginas (1968). Lo que demuestra que, cuando se trata de los Beatles,el punto de partida podrá siempre ser Liverpool, aunque el de llegada se diluye infinitamente aquí, allí y en todas partes.
"Sé que a usted, en general, no le interesa la música. Pero los Beatles son grandes músicos", le dijo Sabato a Borges el 21 de diciembre de 1974, durante una de las conversaciones recopiladas en Diálogos. Jorge Luis Borges y Ernesto Sabato. "Creo que sí. Mi sobrino me dijo una vez: vas a oír un disco. Lo oí y quedé muy enternecido. Eran los Beatles", cuenta Borges, para sorpresa de su interlocutor y de quienes jamás hubieran sospechado que el gusto borgeano por la cultura anglosajona tenía un rincón para el rock'n roll. Por supuesto que "enternecido", en boca de Borges, puede sonar ambiguo y, a veces, casi acusatorio. En definitiva, se trata del mismo oído que registraba en Gardel un "sentimentalismo barato". Alejado de los detallados juicios estéticos y más preocupado por la dimensión filosófica, por la misma época Woody Allen, en Nueva York, hacía de Lennon, McCartney, Harrison y Starr uno de los grandes hitos existenciales del hombre moderno. ¿Qué era el "hombre moderno" sino "toda persona nacida después del edicto de Nietzsche ?Dios ha muerto' y antes del éxito pop ?I Wanna Hold Your Hand'"? escribe en Perfiles(1975).
Es probable que un título como "Quiero tomarte de la mano" no sonara exactamente como la garantía más sólida para la fundación de un nuevo imaginario, pero ¿quién podría decir que ese hito del pop no tiene hoy un verdadero carácter historiográfico? "El pelo largo de The Beatles, que hoy nos parece una banalidad, en realidad no lo fue. Más bien todo lo contrario: yo creo que fue un hecho decisivo para el rock, porque creó un sentimiento de identidad totalmente distinto del capitalismo", parece contestarle a Woody Allen el español Enrique Vila-Matas desde su novela París no se acaba nunca (2003).
Aun así, no son pocos quienes han intentado una y otra vez recriminarles a los Beatles el supuesto estigma de la banalidad. En su última novela, Solar (2010), el inglés Ian McEwan, por ejemplo, hace caminar a su patético e insensible científico Michael Beard a través de un desierto en el que una banda militar improvisa algunos temas de los Beatles. En ese momento, Tarpin, un viejo enemigo mortal, surge de la nada:
La banda continuaba su popurrí rechinante. Los acordes finales de "Yesterday' se diluyeron en una versión alegre, con un estricto tempo de marcha, de "All You Need Is Love".
Entonces Beard, frente a lo que parece ser el fin, piensa: "Era difícil creer que en otro tiempo millones de personas chillaran y se tiraran del pelo al oír cancioncitas tan sosas".
Rastrear el largo diálogo que los Beatlessostienen con algunos escritores también es explorar hasta qué punto el eco de una experiencia sensible de una generación puede transformarse en simple melancolía. "All You Need Is Love" sonando en las misas más progresistas del Londres de los años 60 es una imagen con la que el inglés David Lodge supo sintetizar su propia época en la novela ¿Qué tan lejos podemos ir? (1980). Sin embargo, Lodge también parece convencido de que la música de los Beatles está dotada de la extraña capacidad de provocar sensaciones más allá de las convenciones habituales de la percepción. "¡Oh! ¡Los Beatles!", se alegra Becky, la hija de siete años con síndrome de Down de una joven pareja aún perturbada por su destino, cuando algunas páginas más adelante escucha en la radio las primeras estrofas de "Eleanor Rigby".
Casi 30 años después, en La vida en sordina (2008), Lodge vuelve a "Eleanor Rigby". Esta vez, bajo la voz de un músico de jazz anciano, un hombre cuyo gusto musical se ha oxidado igual que todo su cuerpo y que ya no puede escuchar nada. Excepto a los Beatles. "Eran músicos auténticos. Canciones y melodías que se entienden, con rimas de verdad", escribe Lodge, como quien afirma que lo mundano, a veces, no dista mucho de lo sagrado.
Martin Amis también hizo del conjunto de Liverpool una de las coordenadas temporales para otro de los más grandes acontecimientos culturales de su generación: la revolución sexual que se inició en Inglaterra "entre la supresión de la censura a El amante de Lady Chatterley y la aparición del primer LP de los Beatles", escribe en La viuda embarazada (2010). Sin embargo, en el caso de Amis, el cruce entre literatura y música es parte de una historia más larga.
Una vieja leyenda urbana asegura que la canción "Paperback Writer", grabada en abril de 1966, que trata el tema de las desesperadas aspiraciones de un escritor principiante, está basada en una entrevista al joven MartinAmis que McCartney leyó en el diario Daily Mail, cuando aquél era apenas reconocido como el hijo de sir Kingsley Amis. "Posiblemente fuera él", aseguró el propio Paul en una entrevista en 2007.
Un poco más joven que sus compatriotas, Hanif Kureishi es otro escritor que hizo en varias de sus páginas una aguda reflexión no sólo sobre las fuerzas que orbitan alrededor de la mítica banda, sino también acerca de John Lennon. "Tuvo que deshacer a los Beatles para poder seguir con una vida interesante", reflexiona en los ensayos de Soñar y contar (2002).
Para Kureishi, la figura del beatle rebelde ante un destino de conformismo ya se había transformado en una metáfora de la decadencia del amor en Intimidad (1998), la historia de una pareja cuya existencia se deshace igual que sus recuerdos de juventud. Rota y abandonada en la escalera, una vieja fotografía firmada por John Lennon se vuelve entre ellos el signo más desconcertante de un fracaso.
De los otros dos beatles, bastará decir que el gran Thomas Pynchon, en su novela Vicio propio(2009), transformó a George Harrison en "un exaltado que, afirmando ser el George Harrison de los Beatles, intentó secuestrar el Dirigible de Goodyear". Una fantasía que, aun ubicada en el lisérgico universohippie de la California de los años 70, con toda seguridad podría formar parte de cualquier gag de los humoristas británicos Monty Python, a quienes Harrison produjo entre 1978 y 1994.
Y por último, pero no menos importante: fue el argentino Leopoldo Marechal el primero en hacer de Ringo Starr el más insólito modelo para un enorme poeta electrónico: el que se abocan a construir los ingenieros futuristas de Megápolis, en su libro de relatos El beatle final y otras páginas (1968). Lo que demuestra que, cuando se trata de los Beatles,el punto de partida podrá siempre ser Liverpool, aunque el de llegada se diluye infinitamente aquí, allí y en todas partes.
Por Nicolás
Mavrakis
Fuente: ADN Cultura
Más información: www.lanacion.com.ar
Fuente: ADN Cultura
Más información: www.lanacion.com.ar
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