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viernes, 9 de marzo de 2012

Un viaje hacia el amor a bordo del submarino amarillo de La Habana


Lennon, McCartney, Harrison y Starr son apenas sombras en este club, pero eso -admitámoslo- puede ser casi todo en un navío que la víspera arribó a su primer aniversario de navegación continua por los profundos mares de la memoria y de ese arte visceral que es el rock and roll.

"We all live in a yellow submarine" ("Todos vivimos en un submarino amarillo"), se escucha cantar a The Beatles -justo a las 9:00 pm, cuando abre sus puertas el club; entonces, cómo no creer en sus presencias penumbrosas: aquel tipo desgarbado que cruza las piernas y apura un trago de Cubalibre debe ser John; aquel otro es Ringo, sin dudas, el que tamborilea sobre la mesa...

"And our friends are all on board" ("Y todos nuestros amigos están a bordo"), prosigue la voz desde cada rincón de este sitio que en realidad es un subterráneo sembrado en medio de la barriada habanera de El Vedado; y es cierto: por aquí suelen pasar The Rolling Stones, The Doors, The Who, Sex Pistol, Led Zeppelin, Janis Joplin o Bob Dylan..., tantos.

Los amantes habaneros de la música de los años 60 y 70 del pasado siglo toman asiento entre estos espectros inmortales, envueltos por radicales solos de guitarras, por el galope exuberante de la batería, por inquietantes pasajes vocales que pendulan entre cielo e infierno: los congregados se aprestan a una escapada alucinante hacia otra dimensión y la nave zarpa.

Todo es penumbra, pero los vagos resplandores de unas pantallas que regalan imágenes de archivo -donde también desfilan The Platters, Deep Purple, Air Suply, Europe, Eagles, The Birds- y la magia blanca de ciertos acordes descubren a ráfagas los colores del lugar: el azafrán del casco de la embarcación; el añil oceánico tras los cristales de las enormes claraboyas.

El diletante no puede quedar ajeno a las visiones apolilladas, melancólicas, surrealistas y psicodélicas, vitales o agonizantes, que toman cuerpo a su alrededor: el submarino es un país de imaginación y, si te fijas, verás a tu lado al gran Jimi Hendricks, quien hasta te prestará su guitarra y, si demuestras aptitudes, te dejará tocarla con los dientes.

"And the band begins to play". A las 10:00 pm, acontece un cambio de ruta en el submarino: se esfuman los videos y calla la música; por unos segundos, el silencio borra las sombras de los ídolos, pero eso es solo cosa de un instante porque "la banda comienza a tocar".

Un ensamble cubano anima cada velada del Yellow Submarine: Los Kents, Magical Beat, Dimensión Vertical, Gens, Cetros, Los Gafas, Red X, Doble A, Izquierdo Reservado, Partes Privadas, Magnum, Osamu Menéndez y su grupo o Los Taxons, hacen labor de ventrílocuo o médium y ofrecen al público versiones de Hotel California o Hey Jude o Satisfaction o The end.

A lo largo de un año, bandas de Alemania, Dinamarca, Uruguay y Colombia han embarcado con su arte para revivir entrañables fantasmas en este rincón de La Habana, una urbe que es el paraíso del son, el bolero y la trova; pero donde la noche, caprichosa, también invita a sumergirse en los abismos del mejor rock.

Si el caminante, perdido en el laberinto de El Vedado, no encontrara la escotilla de acceso al Yellow Submarine, puede preguntar en el parque de 17 y E: allí hallará, sentado en un banco, haciéndose pasar por una estatua sin gafas, a John Lenonn, quien mostrará enseguida, con un gesto lánguido, la dirección exacta de su casa habanera.

Después no habrá más que contar 96 pasos, entrar y, entonces, usted encontrará -como dice la canción- todo lo que necesita: "sky of blue and sea of green" ("cielo azul y verde mar"), que es sinónimo de amor "in our yellow submarine" ("en nuestro submarino amarillo").

Por Jesús Adonis Martínez

Fuente: http://www.prensa-latina.cu



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