Me vengo arriba y voy a sembrar un poco de polémica gratuita. George Harrison, el mejor de los cuatro integrantes de The Beatles, tenía tantas inquietudes como dineros. No era de esas estrellas efímeras al que se les sube el éxito a la cabeza y terminan gastándose los cuartos en treinta Rolls-Royce o en un rancho familiar llamado Neverland. Al autor de While my guitar gently weeps le iba más ayudar a los otros. Pero no solo me estoy refiriendo al famoso concierto filantrópico que montó en Bangladesh, sino a que era el típico bonachón amigo de sus amigos. Y, precisamente, unos de ellos eran un pequeño grupo de cómicos británicos que pasarían a la historia como los Monty Python.
Sabedor de las posibilidades que estos tenían en el mundillo del séptimo arte, Harrison sacrificó su mansión en 1978 y obtuvo los fondos necesarios para crear HandMade Films, su propia compañía cinematográfica junto a su socio Denis O’Brian. Un añito más tarde, en el 79, veía la luz una de las cintas más polémicas de toda la historia: La vida de Brian, en el cual además hizo un pequeño cameo. Y no sería la última, porque la satisfactoria colaboración entre ambas partes se prolongó en el tiempo durante más de una década, incluso aun cuando el de Liverpool decidió venderla a una multinacional con la condición de que mantuviese el espíritu independiente que la caracterizó desde sus orígenes.
Ya en las manos de sus nuevos propietarios canadienses, la esencia inglesa se mantuvo intacta con títulos irregulares como la lamentable Monjas a la carrera (1990), Lock & Stock (1998) o la aclamada 127 horas (2010), de un Danny Boyle que hace nada estuvo en boca de todos por su brillante gestión con tintes cinéfilos en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos.
A pesar de que durante su etapa como indiscutibles referencias en el panorama musical sucumbieron al merchandising con diferentes películas de dudosa calidad —más allá del apartado sonoro, por supuesto—, los cuatro Beatles siempre supieron dedicar un pedacito de su tiempo a la cultura underground. Es por eso que, tanto Terry Gilliam como Eric Idle, siempre se deshacen en elogios cuando se les cuestiona acerca de su etapa colaboracional con el bueno de George Harrison. ¿Qué hubiese pasado si no les hubiesen financiado a los Monty Python las primeras películas? Para bien o para mal, ¡nunca lo sabremos!
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