martes, 1 de abril de 2008

Beatles: no hay quinto malo


De forma concertada, como es habitual, Paul McCartney, Ringo Starr y las viudas de John Lennon y George Harrison emitieron el pasado lunes una nota de duelo con la que despedir a Neil Aspinall, «el verdadero quinto beatle», según titulaban algunas agencias. Amigo de la infancia, road manager, asistente personal y chófer de los Beatles y gerente durante décadas de Apple Records, el sello discográfico de la banda, el fallecido se incorpora así al competido proceso de selección abierto para elegir al quinto miembro de un cuarteto cuya grandeza desafía incluso a la aritmética.
Una profunda sensación de déjà vu debió de provocar la enésima proclamación pública del «quinto beatle», honor al que aspiran tantos candidatos que, tras superar de largo el reparto de «El octavo pasajero», se aproximan en número a la heterogénea cuadrilla de celebridades que en 1967 aparecía en la portada del «Sgt. Pepper». Incluso el fantasma del Maharishi Mahesh Yogi podría subirse al carro por su trascendental papel en el «White Album», o Richard Lester, realizador cinematógráfico que a través de «A Hard Day´s Night» y «Help!» contribuyó a forjar la imagen en movimiento de la banda inglesa en la prehistoria del vídeo-clip.
La cuadratura del círculo
Quizá fue Billy Preston, teclista desaparecido en 2006, quien más cerca estuvo de conseguir el título oficial de «quinto beatle». Fue durante las sesiones de grabación de «Let It Be» y en vísperas de la disolución del grupo cuando el músico norteamericano estuvo a punto de lograr la cuadratura del círculo. Nunca hubo quinteto, pero el sencillo «Get Back» fue firmado de forma excepcional como una obra de «The Beatles with Billy Preston», título de crédito que, sobre el papel y en términos creativos, marca la distancia histórica más corta con la banda de Liverpool, logro compartido con Tony Sheridan, para quien el grupo llegó a tocar en una vieja grabación registrada en Alemania.
Pese a todo, es el ya octogenario George Martin el mejor situado para pasar a la posteridad como el «quinto beatle». Su prolongado trabajo como productor discográfico del cuarteto lo convirtió en pieza fundamental de la maquinaria encabezada por Lennon y McCartney. Procedente del entorno de la música culta y ajeno al pop, Martin no sólo introdujo suntuosos y delicados violines en las grabaciones de los Beatles, cada vez menos primarias y más sofisticadas, sino que añadió memorables fragmentos de cuerdas y metales a sus obras maestras. La confianza extrema de los miembros de la banda en Martin no sólo le permitió manipular su sonido original, sino que le ha llevado en los últimos años a recrear sus canciones con absoluta libertad, como en el reciente «Love», remezclado como banda sonora del montaje homónimo del Circo del Sol.
No menos relevante que George Martin resulta Brian Epstein en la biografía del conjunto desde que, en 1962, éste se convirtiera en su manager. Sin experiencia alguna en el sector de la representación de artistas, la influencia de Epstein fue determinante en la carrera de un grupo cuya estética modeló, limando vulgaridades iniciales, y cuyos negocios llevó con la altura de miras que merecía un inédito fenómeno de masas que, con un adanismo visionario, supo explotar a través de cualquier herramienta comercial a su alcance.
Descartes
Homosexual y enamorado de Lennon, Brian Epstein -«si alguna vez hubo un quinto beatle, fue Brian», dijo en 1997 McCartney de quien fue su mánager- murió de sobredosis en 1967, contribuyendo al definitivo desmembramiento del cuarteto. Fue el poderoso representante de la banda quien, precisamente, forzó el recambio de batería y permitió la entrada de Ringo Starr. No le gustaba la manera de tocar de Pete Best, quien figura en la fase de formación de los Beatles junto a Stuart Sutcliffe, bajista que, tras su una larga estancia en Hamburgo, no siguió al resto de la banda de regreso a Liverpool y cuya historia popularizo la película «Backbeat».
Resultaría injusto cerrar la lista oficial de «quintos beatles» sin la figura que ha venido cargando con el peso de provocar la ruptura del grupo. La relevancia de Yoko Ono en la historia del cuarteto -sobrevalorada por el sentir popular y las leyendas interesadas- deriva de su presunto efecto demoledor sobre la banda de quien fue su marido. «Sí, soy una bruja», respondió Ono el año pasado desde el título de una antología de sus canciones.
La mala
Aunque Yoko Ono participó en la grabación del «White Album» e inspiró una de las piezas más controvertidas de la última etapa del cuarteto, «Ballad Of John And Yoko», la mala influencia que supuestamente ejerció sobre Lennon para que abandonase a los Beatles es la gran baza que, caricaturizada como villana, está condenada a jugar en los manuales de historia, por encima incluso de su propia carrera artística como activista «fluxus».


J. LILLO. MADRID

Fuente: www.abc.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario