domingo, 10 de febrero de 2013

Yoko Ono en Alemania: la redención de la maldad

A punto de cumplir sus 80 años, la ex mujer de John Lennon será objeto de una gigantesca retrospectiva en el museo Schirn Kunsthalle.
 
La historia ha sido injusta con Yoko. Para el mundo es la perversa; la manipuladora mujer que propició lo que nadie hubiera deseado (la disolución de Los Beatles); la arpía que convirtió a Lennon en una marioneta casi sin alma, hasta llevarlo de las narices por sus devaneos ansiosos de excentricidad y pacifismo.

La historia (los medios que la hicieron famosa) fue injusta, y también mentirosa. Es que Yoko Ono no fue ninguna de esas cosas y, por el contrario, sí protagonizó otras que han quedado ocultas en las páginas brillantes de los hitazos de la “beatlemanía”.

¿Acaso es posible pensar que un artista como Lennon podría perder su mirada, y perspectiva, sólo por el amor ciego y los cotilleos de una mujer? Basta de ingenuidades: cada uno de los integrantes de Los Beatles era distinto; y, de todos ellos, el más jugado a la experimentación fue, de lejos, Lennon: ¿cómo no iba a tomar, entonces, ese rumbo?

Si algo es cierto en todo este gran culebrón (con gestos machistas y maniqueos) es que tiene a Yoko como victimaria, y a Lennon como víctima, es que ambos fueron una pareja como no hay dos. Eso: una dupla, dos mentes, dos afinidades en una misma sintonía.

Inquietudes con firma nipona
Quizás por tanto barro a correntadas, a través de los cauces de esta trama, hay algo que a muchos les pasó desapercibido: cuando Lennon conoció a Yoko (en el ‘69), ella era una joven artista visual japonesa que estaba haciendo mucho ruido con sus instalaciones en el corazón de Nueva York y de Europa. De hecho el flechazo ocurrió en uno de sus happenings en Londres.

Yoko, como Lennon y muchos otros experimentadores de la época (Andy Warhol, Jack Kerouac, Allen Ginsberg, Eugenio Barba y su Odin Teatret, entre más), fueron los señeros faros de la Beat Generation.

Deseosa de aportar lo suyo a los convulsivos años del hippismo, cuando el mundo quería redimirse de la sangre derramada, y buscaba trasladar al arte el soplo de modernidad que hasta ese momento latía en la adormecida lucha de clases, Yoko encontró a John en su camino. Y pergeñaron juntos esa revolución flower-power con happenings, bajo el nombre “Love and Peace”.

Pero la historia de Ono, como artista, es borrosa y sus aportes de más de 60 años de trabajo, casi invisibles para el mundo. Es por ello que el museo Schirn Kunsthalle (Frankfurt, Alemania) ha decidido que ya es tiempo de redimirla: el propio John dijo, en 1971, que Yoko era “la artista desconocida más famosa del mundo”.

La artista con imagen propia
Hora de reparaciones, entonces, que ya los adeptos al ‘antiarte’ hicieron, al destacarla como una osada iconoclasta. Y con ese norte es que se inaugura el próximo viernes 15 una gigantesca retrospectiva de su obra, que abarca los trabajos que iniciara a mediados del siglo XX, y que continúan hasta hoy.

“Half-a-wind Show” (“La exposición del medio viento”) es el nombre de esta retrospectiva que realza la figura artística de Yoko Ono (Tokyo, 1933), a modo de homenaje y celebración de los 80 años que cumple su autora.

El repaso, cristalizado en obras, es exhaustivo y detallado y abarca las seis décadas completas de su carrera. El terreno en el que Yoko se ha movido con holgura en estos años es el de los audiovisuales y el arte performático y conceptual. De hecho, los organizadores de la muestra la referencian como “pionera... Así como una figura clave en el mundo de la música, el movimiento pacifista y el feminismo”.

Desde el 15, entonces, se podrá transitar el montaje de 200 piezas que comprenden objetos, películas, instalaciones, fotos, dibujos y textos. Pero, además, habrá una “sala de música” en la que los paseantes podrán escuchar también lo referido a sus aproximaciones temáticas, materializadas en obras.

Una mujer y sus obras
El principal eje de curaduría de la exposición se asienta en la producción que tuvo Ono entre los ‘60 y ‘70. Así, entre los muros del museo se yerguen obras como “Instructions for Paintings”; o la performance de 1964 “Cut Piece” (en la que la artista, sentada sobre un escenario e inmóvil, dejaba que el público fuese cortando con unas tijeras la ropa que ella vestía).

Su libro “Grapefruit”, también del ‘64, es parte del montaje. Se trata de un ensayo -o manual- que la instaló cómodamente como una de las referentes de la panorámica vanguardista japonesa y estadounidense. Ese volumen, que vio la luz antes de que ella conociese a Lennon, volvió a reeditarse masivamente en el ‘70; cuando Yoko ya era la famosa esposa del Beatle.

Si bien los ‘60 fueron sus años más productivos (y los que le dieron seria visibilidad entre fervientes adoradores del under), la exposición de Frankfurt también ha incluido en la curaduría de obra las instalaciones realizadas por Ono en los ’90: “Water Event”; es uno de los casos. En esa oportunidad la autora invitó a otros artistas a reunir contenedores vacíos en los que ella iría volcando ‘agua imaginaria’.

El presente, claro, es parte de la muestra. Y por eso es que Yoko hizo, para esta retrospectiva, una nueva obra. Se trata de la instalación “Moving Mountains”; que será presentada ante el público el miércoles 13. Se trata de un cuerpo de obra compuesto por diferentes elementos que forman una orquesta de cámara, a los que tanto la artista como quienes se aventuren en la visita irán envolviendo en gasas. Es un homenaje al músico John Cage.

Puede que, luego de este importante gesto de reconocimiento a su persona: autónoma, compleja y diferente a la de su amante John, la Yoko que ahora veamos se nos convierta, resignificada, en la artista más famosa del mundo por lo que ella supo aportar a la belleza, como antídoto y exorcismo de la muerte.
 
Patricia Slukich - pslukich@losandes.com.ar
 

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