martes, 23 de abril de 2013

John Lennon: las cartas de su vida

 
En una ocasión Lennon dijo que «la vida es lo que te sucede mientras tú te empeñas en realizar otros planes», pero nunca confesó por completo cuáles eran los suyos. Solo aseguró en una entrevista, publicada en el 'Daily Mail', que cuando era pequeño quería ser periodista, y en otra, la última que dio –concedida a Jonathan Cott tres días antes de su muerte–, dijo que no estaba «interesado en ser un jodido héroe muerto». Así que, sin pensarlo, volvió a ratificar de forma tétrica su afirmación.

Lennon era un hombre de convicciones, una persona creativa, en ocasiones difusa, y compleja de ser entendida en su esencia. Quizá por eso el escritor Hunter Davies, todo un experto en la vida del músico y autor de la única biografía autorizada de los Beatles, ha pretendido acercar al gran público la figura del artista. Para lograrlo, ha reunido en 'Las cartas de John Lennon (Ed. Libros Cúpula)' cerca de 300 misivas y notas que el compositor escribió a lo largo de su existencia. En él se incluyen escritos sobre hechos relevantes de su vida, que dejan patente su relación con su padre, sus tías, lo profundo de su unión con Joko Ono y su desacuerdo con Paul McCartney tras la separación de los Beatles.

Pero también hay cosas curiosas, como una nota que envió a la lavandería un año antes de fallecer en la que decía: «Querido servicio de lavandería, la señora Yoko Ono Lennon no lleva ni llevará ni ha llevado el pelo teñido. Ella no suda (la mayoría de los orientales no sudan como nosotros). ¿Cuál es su excusa para que mi flamante camisa blanca nueva se haya vuelto amarilla?». Y también varias notas de lo que él llamaba ‘listas de casa’ en las que se unían, de forma aparentemente ilógica, discos, aparatos electrónicos, comida para gatos y quitaesmaltes.

Aunque esas son solo líneas anecdóticas. Porque la vida de John Lennon, aunque más corta de lo que él, su familia y sus fanes hubieran deseado, dio para mucho. Dio para dos grandes amores, dos hijos y un grupo que revolucionó la forma de entender la música. Para todos ellos tuvo unas palabras por escrito en algún momento de su vida. Incluso para su padre, que había desaparecido sin dejar rastro durante su infancia. También para Mimi, la mujer que le crió, a quien envió numerosas postales en cada uno de sus viajes.

El genio y la familia
John, nacido de la unión entre Alfred Lennon y Julia Stanley, no tuvo una infancia convencional. Ni siquiera su nacimiento lo fue. La propia tía Mimi contó a algunos de sus biógrafos que el músico había nacido el 9 de octubre de 1940 durante un bombardeo. Su padre, que por aquel entonces era marino, desapareció durante un tiempo, en el que se contaron historias varias sobre su paradero, entre las que se encontraba una cierta: que pasó un tiempo en la cárcel y que Julia y él llevaron vidas separadas, tanto que, según cuentan las malas lenguas, ella también se buscó sus amantes.

En una de las pocas ocasiones que padre e hijo se vieron durante la infancia de John, Fred visitó a su hijo aprovechando que  su barco había atracado en puerto inglés, y estuvo a punto de huir con él a Nueva Zelanda. Finalmente no lo hizo, pero, con seis años, el pequeño John se vio obligado a elegir entre quedarse con su madre o su padre. Según confesaría Fred años después, en un principio dijo que con su padre, pero al ver partir a Julia, el niño corrió tras ella y regresó con su madre. Julia fallecería cuando John tenía 18 años atropellada por un policía de servicio.

Pero antes de aquello, Lennon recaló en casa de su tía Mimi, hermana mayor de su madre, que se erigió como cuidadora del pequeño, porque creyó que criarse con ella le proporcionaría un entorno más estable. Su padre volvió a desaparecer del mapa durante años. Regresó en 1967, cuando Lennon ya era conocido en todo el planeta, y lo hizo con una nueva novia, Pauline –que por entonces tenía 18 años, 36 menos que Freddie–.

Fue precisamente el escritor Hunter Davies quien les puso en contacto sin que se enterara la tía Mimi, que denominaba a Freddie ‘ese Alfred’, como muestra de desdén. Así, Lennon accedió a volver a ver a su padre, a quien además envió varias cartas, estrechando la relación hasta el punto de que, llegado el momento, le echó una mano con los gastos a él y a la nueva familia que formaría más adelante.

En una de las primeras misivas que envió a su progenitor, Lennon le contó su intención de pasar un par de meses en la India con Cyntia, su primera mujer, y el resto de los Beatles. Además, le manifestaba su alegría porque no había tenido más hijos que él: «Me alegra que no hayas formado una gran familia, eso me inclina un poco más a verte. Tengo suficiente familia para varias vidas». ¿Ironía? ¿Hartazgo? O quizá, según Davies, con lo de suficiente familia podía referirse a sí mismo. Y es que en la compleja mente de Lennon cualquier cosa era posible.
Cuando se reencontró con su padre, Lennon tenía 27 años y ya era un exitoso Beatle. Había dejado atrás aquella infancia en casa de la tía Mimi. Había empezado a acercarse a la música a los 15 años, gracias, precisamente, a una guitarra que su madre compró para él por correspondencia. Ya había pasado por aquella escuela en la que inventó su propio periódico e, incluso, se había casado con Cyntia y había tenido a su hijo Julian.

La llegada de YokoNo había aún rastro de la relación con Yoko Ono, a quien había conocido en 1966 en la presentación de una de las exposiciones de Ono, por aquel entonces casada con Tony Cox, su segundo marido. Al parecer, mordió una manzana que pertenecía a una escultura y a ella le pareció muy grosero. Volvieron a coincidir en otras ocasiones, pero no fue hasta 1968 cuando comenzaron su relación y se mudaron a vivir juntos. De la correspondencia entre ellos quedan a penas unos pocos retazos, ya que siempre estaban juntos. Pero desde su aparición, Yoko estaba presente en todas las notas que enviaba Lennon, no solo porque la adjuntaba en la firma, también por los característicos dibujos que el músico solía incluir en las cartas que enviaba en los que ambos aparecían retratados.

Los Beatles se separaron oficialmente dos años después del inicio de la relación de John y Yoko, aunque, según su biógrafo, la ruptura se había producido meses antes. La razón para postergar el anuncio de la separación del grupo no era otra que esperar al lanzamiento del que sería su último disco, 'Let it be'. Paul McCartney ya tenía preparado su disco en solitario para aquellas fechas, lo que podría haber supuesto un conflicto entre ellos.

Así, entre las páginas del libro se encuentra una misiva firmada por John y George Harrison dirigida a McCartney en la que le contaban que habían estado «pensando mucho» en su nuevo disco y el de los Beatles y creían que era «estúpido que se lancen dos grandes álbumes con siete días de diferencia». Por ese motivo, le comunicaban en aquellas líneas que habían enviado una carta a EMI pidiéndoles que retrasaran el lanzamiento de McCartney hasta julio y añaden: «Pensábamos que lo cambiarías cuando te dieras cuenta de que el álbum de los Beatles sale el 24 de abril» y se despiden con un «sentimos que todo haya sido así, no es nada personal».

El fin del cuarteto
He ahí el fin de una era, de la del grupo, pero no de la 'beatlemanía', y tampoco de su relación con Paul McCartney. Una carta, de un año después (1971), escrita por John deja patente su enfado con su excompañero de banda y con Linda, la entonces mujer de McCartney. En ella asegura: «Espero que te des cuenta de toda la mierda que tú y el resto de mis ‘amables interesados amigos’ habéis lanzado contra Yoko y contra mí desde que estamos juntos». Y añade, dirigiéndose a la mujer de McCartney: «Linda, si no te importa lo que yo diga, ¡cállate!». Toda una declaración de intenciones.

Así pues, después de aquel año, los caminos se separaron aún más. John seguiría con su conocido activismo en pos de la paz mundial. En 1976, tuvo a su segundo hijo, Sean, el primero con Yoko, que ya tenía una hija de su primer matrimonio. El niño llegó solo unos meses después que la famosa 'green card' que permitía a John Lennon entrar y salir de Estados Unidos con total libertad.

Entonces empezaron los viajes por el mundo ya instalados en el famoso edificio Dakota. Allí fue donde el 8 de diciembre de 1980 murió a manos de un fan al que horas antes le había firmado un autógrafo. Esa y otra rúbrica para una de las técnicas de sonido del estudio de grabación fueron sus últimos garabatos sobre el papel. A su lado, como siempre, un dibujo: el de Yoko y él con sus características e inmortales gafas. Esas que, cubiertas por su sangre, Yoko sacó hace unos días a relucir para mostrar su rechazo al uso de armas y sacudir, con el recuerdo de Lennon, a quienes las apoyan. Porque la figura de John Lennon y sus símbolos perduran, sin importar que él nunca hubiera querido ser un héroe. Y es que la muerte llegó mientras él se empeñaba en realizar otros planes.

Fuente: http://www.mujerhoy.com


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