lunes, 29 de julio de 2013

Viendo esta foto, uno comprueba lo terribles que fueron los años 70.

Los Beatles, los Rolling Stones, el arte abstracto, la Movida, todo forma parte del mismo desierto artístico.
 
Viendo esta foto, uno comprueba lo terribles que fueron los años 70 y 80 a nivel estético. Si Leonardo Da Vinci hubiera vuelto, se hubiera hecho el hara-kiri.
Hoy escuchaba a una persona cómo me hablaba de un profesor de la facultad de teología que es muy duro en las calificaciones con los alumnos.
Estoy seguro de que si fuera profesor, sería muy comprensivo con los alumnos. Realmente soy comprensivo con todos. Lo soy hasta conmigo mismo. Sí, no soy duro conmigo.
Lucho por la santidad. O mejor dicho, deseo luchar por la santidad. Pero, al mismo tiempo, conocedor de la geografía de mi alma, de mis desiertos y de las zonas de marismas, de mis tierras de matorrales y de los campos de zarzas, encuentro en mí mismo razones suficientes para no ser duro con los demás. Lo digo con toda sinceridad.
Otra buena característica, hoy me apetece elogiarme, ya he elogiado bastante a Bach, es que no me precipito a juzgar a nadie. Nunca debemos llegar a resultados en una ecuación sin tener todos los factores. Llegar a conclusiones es algo que requiere tiempo. Y a veces ni siquiera el tiempo es suficiente. El resultado es que suelo suspender juicios sobre situaciones y personas. Lo cual, cuando era párroco, no significaba no hacer nada. A veces era necesario hacer algo. Pero a sabiendas de la provisionalidad de los juicios y conclusiones.
Los años me han mostrado que las personas cambian, a veces a peor. Que las personas que creíamos buenas, que eran buenas, tienen sus momentos de ofuscación. Los años me han puesto delante de los ojos la importancia de no apresurarse en los juicios.

por José Antonio Fortea

Fuente: http://www.intereconomia.com



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